El poder del tema: «¿De qué va ese libro?»

Abel Amutxategi

Si te gusta leer (y estoy seguro de que si has caído en esta página es porque te gusta hacerlo) te habrán hecho esta pregunta más de una vez: «¿de qué va ese libro?»

A mi también me lo preguntan. Constántemente. Con una frecuencia enfermiza. Cada vez que alguien me ve con un libro, tengo que escuchar esta pregunta o la aún más temible «¿y cómo está? ¿está bien?».

Pero lo peor de todo no es eso: lo peor es que la mayor parte de las veces no sé bien qué contestar.

¿De qué va tu historia? ¿Cuál es su tema? Eso es lo primero que tienes que saber antes de sentarte a escribir sus primeras lineas. Tu historia puede estar protagonizada por un policía acusado de un delito que no ha cometido, o por el estudiante más popular de un instituto, o por una doctora a la que le llega un paciente especialmente difícil, pero ése no es su tema: ésa es simplemente su historia.

Una buena historia puede convertirse fácilmente en un éxito de ventas. Al fin y al cabo, las buenas historias son adictivas y, si cuidan su estructura como es debido, animan al lector a leerlas de un tirón. Yo incluso diría que estos lectores quedarían satisfechos con el libro que tienen entre manos, lo que no es poco. Pero si queremos que nuestra novela se convierta en algo más, si queremos que estos lectores se la recomienden a sus amigos y éstos a su vez le cuenten todo el mundo lo maravillosa que les ha parecido nuestra obra, debemos preocuparnos de cultivar su Tema.

Así, con mayúsculas.

Hace algún tiempo estaba viendo el mentalista:

Una actriz madura estaba rodando una película. Su personaje era una madre que, en la escena que se mostraba en el capítulo, concertaba una cita por teléfono en nombre de su hija para hacer que ésta se atreviera a dar el paso que no se atrevía a dar con un chico. Cuando el chico aparece, termina sintiéndose atraído por la madre y, por supuesto, besándola para su aparente sorpresa.

A partir de ese momento el televidente es consciente, no tanto de que haya algo entre esa actriz y el novio de su hija, sino de que puede haber algo entre ellos. Si no se le había pasado por la cabeza, ahora sí que lo hará. Y esta dosis de suspense extra hará que el telespectador perciba la historia de un modo totalmente diferente al modo en el que lo hubiera hecho de no tener esta sospecha.

taller literario - mentalista

El tema es como la ola que va golpeando una y otra vez contra la historia. Hace que el lector se prepare de forma inconsciente para hechos que le contaremos más adelante y que los viva de un modo mucho más profundo.

Sólo tenemos que tener el cuidado suficiente para no mostrar este tema de un modo demasiado evidente.

‘Los años dulces’

Los personajes protagonistas de nuestra historia son una mujer joven y un viejo profesor de escuela. Ambos son dos personajes solitarios que se han resignado a huir del resto del mundo después de no pocos varapalos y que al final han encontrado una relativa felicidad dentro de esta constante huida.

Cuando se conocen, por supuesto, se sienten atraídos mutuamente. Y en la primera visita que la joven hace a la casa del profesor, éste le enseña una de sus más curiosas posesiones: una colección de pilas usadas, unos objetos que, a pesar de que ahora estén muertos y vacíos, una vez tuvieron vida.

Jiro Taniguchi es un maestro del manga que ha creado auténticas obras de arte como ‘La época de Botchan‘ o ‘Barrio Lejano‘. De hecho, ‘Los años dulces‘ también es un gran manga en el que los cambios en la relación que tienen los dos personajes principales se transmiten a través de un lenguaje corporal muy sutil. Más a través de sensaciones inconscientes que de mensajes directos.

taller literario - anios

Por eso me chocó tanto que utilizara esta colección de pilas usadas para recordar que sus personajes no siempre fueron como son ahora: que una vez tuvieron vida a pesar de estar vacíos en el momento en el que el lector los conoce.

Ya puesto, otra opción válida para transmitir este mensaje también podría haber sido el escribirlo en mayúsculas y negrita en el centro del papel.

Y es que, si bien el tema es un poderoso potenciador de la experiencia lectora cuando se utiliza con mesura, produce en la mente de la mayoría de los lectores un fuerte sentimiento de rechazo cuando se subraya demasiado.

Para decirlo de un modo gráfico: mientras que una sutil sugerencia le hace pensar al lector «de acuerdo, es en esto en lo que me tengo que fijar», un subrayado demasiado evidente le hace gritar «¡me doy por enterado!, ¡déjalo!, ya sé de que va todo esto, así que no me aburras más con ello».

Por lo demás, sólo me queda recomendaros que le deis una oportunidad a ‘Los años dulces‘ de Jiro Taniguchi. Sobre todo aquéllos de vosotros que tengáis más reparos para con el manga y penséis que sólo es cosa de adolescentes, porque os sorprenderá muy gratamente.

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Gracias por leer…

10 comentarios en «El poder del tema: «¿De qué va ese libro?»»

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  2. El tema de una novela puede referirse a un lugar físico o necesariamente debe tener relación con algún proceso psíquico humano como la venganza, el amor, la inmortalidad, etc.

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  3. Wait, con respecto al ejemplo de «Los años dulces», me di cuenta de que la descripción de los personajes y la escena de las baterías usadas es algo que también pasa en «El cielo es azul, la tierra blanca» de Hiromi Kawakami (un libro que, en lo personal, amo). En la novela, una mujer en sus cuarentas se reencuentra con su viejo profesor de japonés. Ambos son personas solitarias que encuentran consuelo, por así decirlo, en la compañía del otro y los breves momentos que comparten en un bar que suelen frecuentar. En una ocasión la protagonista va a la casa del Maestro, como ella lo llama, y éste le muestra (entre otros objetos) su colección de baterías usadas.

    A lo que voy es, ¿será coincidencia o uno de los autores se inspiró en el otro?

    Responder
    • Yo apostaría por la simple coincidencia, Jocelyn, porque lo cierto es que esas baterías tampoco son una imagen tan estrambótica como para pensar en otra cosa. En otras novelas podrían ser piezas de puzzle, fotografías perdidas en un fotomatón… Parece que ese tema de la pérdida es bastante recurrente entre los que nos dedicamos a esto de escribir.
      Los autores se influyen mucho los unos a los otros, sí, pero lo hacen de formas algo más enrevesadas 😉

      Responder

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